jueves, 27 de julio de 2017

Hechos y Milagros de la Virgen de África: Un milagro de la Virgen de África.

Los auténticos milagros son los ocultos, los ignorados, los que no se pregonan, los que inciden en las conciencias íntimas, en los sentimientos personales, en las conductas colectivas. Pero a veces, algunas, ocurren lo verdaderamente asombroso, lo que podríamos considerar como un milagro verídico, a la luz de la Fe y del espíritu cristiano.

Me lo relató un marinero, con la plasticidad y certeza del que vivió los hechos, con la sensatez con que se expresan los que trabajan en la soledad de las frágiles embarcaciones. Para mí, son los catedráticos  de la naturaleza y sus palabras, llenas de sabiduría autodidacta, no engañan pues se basan en la experiencia, a veces, más trágica.

Para que sirva el suceso milagroso de recuerdo a las generaciones futuras, de que no fue una sugestión colectiva, me voy a permitir nombrar dos nombres de los protagonistas de tales hechos.

Era un barco de Ceuta, un pesquero llamado "Virgen de África", como los que cada vez vemos menos, balancerse plácidamente en el puesto pesquero ceutí.

Fue su armador D. Francisco Miralles Fuentes de la conocida familia "Los Valencianos", dueño también del pesquero "Cristo del Puente" y suegro del que esto escribe. D. Francisco, hombre sencillo, era más que devoto de nuestra Patrona, a la que rezaba diariamente el rosario y cuando no estaba en la mar, visitaba todos los días a primera hora, a la madre de Ceuta en su Santuario caballa.

Después de largas y agotadoras jornadas de pesca en la modalidad de arrastre, con la bodega repleta de peces variados que tras muchas semanas se iban apilando, llegó al fin el retorno deseado y con los rostros ajados por el sol y la salina, por el trabajo agotador y la lejanía, se relajaban ante la próxima vuelta a casa.

Era por los años 50. Por la ruta de la mar misteriosa frente a las desérticas y peligrosas riberas del Sahara, allá por Agadir o Ifni.

El timonel se había retirado a descansar, advirtiendo encarecidamente al sustituto en el puente que pusiera mucha atención y no se descuidase al llegar a Cabo Cantil por las rocas peligrosísimas que allí existen, apartándose de la costa que se divisaba lejana.




La mar embravecida y las olas rugientes no amilanaban ni quitaban el sueño a los marineros. Para comodidad del timonel tenía éste una banqueta de madera y por el cansancio, el sueño acumulado y el runruneo monótono del motor, se quedó dormido y no advirtió la proximidad de las rocas semisumergidas.

Y de pronto se oyó un golpe tremendo, profundo, ensordecedor y quejumbroso. Los marineros que descansaban, acostumbrados a los golpes de mar, saltaron de las literas atemoridados. El barco quedó encallado y aprisionado entre las rocas sin posibilidad de salir mientras se sucedían las escenas de pánico. El naufragio era inminente. Unos rezaban, otros gritaban o lloraban. Se desató la confusión y los profundos vaivenes aumentaban y anunciaban el cabeceo definido de la proa.
 
El patrón de pesca D. Manuel tuesta, cuyo hijo Francisco es muy conocido en Ceuta, en un arrebato desesperado de fe sincera, con la angustia de un final cercano, de pie en la proa como un héroe homérico, dio un alarido de súplica infinita a su Virgen amada, a la que siempre rezaba una salve al enfocar la bocana del puerto en cada nueva singladura.

Se quitó la gorra y alzando con ella su brazo al cielo, con ojos desorbitados y rostro desencajado, gritó con la voz desgarrada de un condenado:

"¡Madre mía de África, sálvanos!"

Y se hizo el Milagro. De pronto se produjo un inesperado remolino y un golpe de mar, como ola de fuerza inusitada, levantó al "Virgen de África", y lo arrancó del roquedo de piedras que le aprisionaba, sacándolo a mar abierto.

Con dos brechas en el caso, pudo navegar lentamente muchas millas hasta conseguir llenar sanos y salvos hasta Isla Cristina.

Ni que decir que los marineros rezaron devotos y ofrecieron promesas a la Señora.

Dan fe los descendiente directos de los interesados y mi certeza al haber conocido el barco, a sus dueños y la tripulación cuando los hechos referidos.

José Ángel Guerrero Alcántara.